La imagen de la Corte y los medios

LOS TRES ÚLTIMOS presidentes de la Corte Suprema de Justicia (Pereira, Troyano, y la actual, Dixon) han recibido severas críticas por su incapacidad de entender el papel de los medios en un régimen democrático. Pienso que es de esa falta de comprensión que proviene el rosario de manifestaciones, discursos y declaraciones con que los magistrados han intentado apagar el fuego (perdón por el cliché) con gasolina.

Por lo que en distintos momentos han dicho, pareciera que los magistrados piensan que la realidad es más o menos como sigue: Bobby Eisenman tiene una reunión secreta con Rosario Arias de Galindo y los dos deciden acabar con la Corte Suprema. A continuación, uno se va a la sala de redacción de La Prensa y la otra a la de Panamá América. Cada uno se reúne con reporteros y editores y les dan instrucciones precisas sobre las historias que hay que publicar hasta acabar con la Corte. El objetivo de Bobby y Doña Mami sería conseguir las renuncias de todos los magistrados para entonces proceder a colocar ellos a "sus" magistrados.

Las teorías de la conspiración no son inventadas por tontos; son más bien creadas para distraer a los tontos. Pero habría que agregar que esto se hace "tontamente", pues al final no producen el efecto deseado y terminan por dejar al descubierto la falta de una reflexión sobre el papel de los medios que caracteriza a quienes ejercen la jefatura del poder judicial.

No creo que es necesario explicar muy a fondo que quienes más insultados se han visto con las declaraciones de los magistrados son los periodistas, pues ni siquiera se les toma en cuenta como profesionales del hacer noticioso y se les representa sólo como instrumentos sin conciencia ni criterio de un supuesto "poder invisible". Yo sabía que Bobby y Doña Mami abogaban por la transparencia en la gestión pública, no que eran invisibles.

La crisis de credibilidad de la Corte Suprema de Justicia es ciertamente un producto de la libertad de expresión, pero hay que tener una visión más analítica de lo que eso significa en el ámbito de los medios y de lo que está fuera de ellos. Yo empezaría por rescatar los salvamentos de voto de los magistrados, que no se reducen a los del magistrado Arjona solamente, y entre los que encontramos algunos interesantes de la actual presidenta de la Corte.

Cuando un magistrado "salva" su voto, no es que evita participar por medio de una abstención en la decisión; tampoco es la fabricación de un pretexto para mirar para otro lado. Un salvamento de voto es, en la generalidad de los casos, un "me opongo a que se tome esta decisión", dicho, además, en voz alta, pues los salvamentos como los fallos son públicos. Las razones en que se fundamenta el salvamento de voto pueden, en efecto, menoscabar la credibilidad del fallo, pues el que salva el voto también busca convencer a la ciudadanía de que sus razones son mejores que las de la mayoría. Si no fuese así, no salvaría el voto. Cuando un magistrado salva su voto sin dar razones de sustentación, queda en deuda con la sociedad. Y si su argumento no es razonable, simplemente queda mal ante todos.

Gracias a que vivimos en una democracia en la que hay libertad de expresión, han sido varios los magistrados que en distintos momentos se han atrevido a disentir de la posición mayoritaria de la corporación judicial. Gracias a la libertad de expresión, han sido varios los gremios y asociaciones civiles que se han atrevido a llevar a cabo una auditoría de algunos fallos con decisiones escandalosas. Me parece lógico que los medios presten atención a las opiniones de los líderes de los gremios empresariales. Si no lo hicieran, habría que sospechar que algo turbio está ocurriendo. Los asociaciones sindicales también recibirían más cobertura si estuvieran dispuestas a manifestarse públicamente con más frecuencia, como lo hizo una de ellas recientemente, a propósito del proceso de selección de magistrados.

Los fallos (motivo de escándalo), los salvamentos de votos, los ciudadanos y organismos cívicos que los denuncian, las realidades que existen independientemente de los fallos (el narcotráfico, la corrupción y el crimen organizado en general), todo ello pertenece al mundo de lo real que pasa por las rotativas y se expresa en forma de noticias, artículos de opinión, caricaturas y editoriales.

La sala de redacción, de cuya faena diaria no participan los dueños de medios, sólo es responsable del primer género (el noticioso); los ciudadanos -con o sin afiliación política, e independientemente de sus sentimientos hacia la Corte- son los que dan contenido a las páginas de opinión, sobre las que ni los propietarios ni los directivos de medios tienen ningún control; las caricaturas que son, en mi humilde opinión, los objetos corrosivos de mayor impacto popular (es difícil recordar exactamente qué fue lo que sostuvo un articulista o editorialista; pero la imagen de la caricatura permanece en la mente por años), son obra de artistas, seres muy especiales que siempre interpretan la realidad de modo muy peculiar.

Joaquín, Wilfi, Vic, Rac, o Delmiro, por mencionar sólo a los más conocidos, jamás harán una caricatura por instrucciones de nadie, porque lo suyo está más cerca de la expresión artística que de la disciplina que se aprende en las agencias de noticias. En cuanto a los editoriales, también ello son el resultado de la libertad de expresión. Un medio tiene el derecho de tener una opinión y, para que nadie se confunda, estas "opiniones" salen diariamente formateadas en una cajita con un título que las distingue del reporte noticioso. La importancia que los ciudadanos le den a "El Pulso de Panamá" o al "Hoy por hoy" está en relación directamente proporcional a su contenido. Las críticas que se les hacen a dichas opiniones no son infrecuentes y los mismos diarios las publican sin reparo.

Ante este panorama mediático, en el que no hay una cabeza que los dirige, ¿qué puede hacer la Corte para mejorar su imagen? La respuesta es simple: ser transparente en su gestión administrativa, facilitar la información (particularmente los fallos, que deben aparecer en la página web de la institución una vez han sido notificados) y razonar sus decisiones de modo que merezca el respeto de la comunidad de académicos y juristas. Después de varios años de una labor consistente e infatigable, podremos ver cómo ha cambiado la imagen de la Corte.
_____________________________________________
El Panamá América, Martes 17 de enero de 2006